domingo, 13 de mayo de 2012

BORRADOR 1, ACTIVIDAD TEMA II


TODA CLASE DE PIELES

Érase una vez que se era El Reino del Revés, un lugar donde las cosas se entendían en otro sentido.

Existía un palacio de cristal donde vivían una Reina muy hermosa con el pelo azul, pelos bajo la barbilla, y un Rey también muy apuesto con una verruga en la mejilla y olor a cebolla.

Los dos reyes tenían muy buenas pulgas y por las noches las guardaban en un taro de cristal para que descansaran. Además, se querían tanto que decidieron tener un bebé y al cabo de un tiempo nació una niña con los ojos azules y grandes y el pelo rizado y negro como el ébano.

Los años pasaron y la niña creció como una preciosa princesa de cuento. A sus padres no les importaba que no fuera guapa como ellos, pero los amigos de la Princesa y los súbditos de palacio siempre susurraban:

-        ¿Pero por qué esta niña no tiene pelos como su madre o huele tan bien como su padre??

La niña se sentía un poco sola y además sentía que no gustaba a nadie. Por eso, cada vez que intentaba jugar con los otros niños del reino tenía que ensuciarse durante varias horas para estar tan guapos como ellos.

Un día, cuando la Princesa ya tenía 18 años, sus padres le dijeron que tenía que casarse con un apuesto príncipe y la llevaron al estanque del palacio para que lo conociera:

-        Princesa -dijo la Reina- , ¡mira qué ancas más bonitas tiene!

Y a la Princesa le dio mucho asco pensar que se tenía que casar con un príncipe que tuviera patas de rana, así que les dijo a sus padres que sólo se casaría si le hacían un regalo:

-        Papá, mamá, si queréis que me case con el príncipe, debéis hacerme un vestido tan dorado como el sol, uno tan plateado como la luna y otro tan brillante como las estrellas.

Los padres estaban muy disgustados: ¡con los vestidos tan bonitos que podría tener si vistiera con harapos y telas sucias!... pero como era condición de su hija para casarse, los buscaron.

En los dos años que tardaron en hacerse los vestidos, los reyes le regalaron a la princesa un abrigo largo y con capucha confeccionado con la piel de toda clase de animales.

Y aunque la Princesa sabía que sus padres la querían mucho, se sentía tan sola y tenía tanto miedo por la boda que cuando sus preciosos vestidos estuvieron listos, se puso el abrigo de toda clase de pieles y se escapó de palacio.

Estuvo muchos días andando por el bosque hasta que un día llegaron unos cazadores del País de lo Contrario y cazaron a la Princesa pensando que era un animal muy extraño.

Ya en el palacio (un palacio de flores, por cierto) se dieron cuenta de que no era un animal y la mandaron a trabajar a las cocinas. La princesa seguía vestida con su abrigo y cuando el cocinero le preguntó su nombre ella contestó:

-        Me llamo Toda clase de pieles.

Pasaron los meses y los Reyes del castillo de flores quisieron casar a su hijo. Prepararon un banquete al que asistieron todas las Princesas del mundo: algunas tenían tres ojos, otras un cuerno enorme en la nariz, otras olían a pescado crudo…todas y cada una de ellas eran bellas por estas maravillas.

Pero el Príncipe no quería bailar con ninguna de ellas:

-        ¿Por qué tienen esas ventosas de pulpo? –decía-, ¿por qué nacen con escamas?...

Toda clase de pieles, desde la cocina, vio al Príncipe aburrido en su silla y quiso bailar con él y por eso corrió a ponerse su vestido tan dorado como el sol.

El príncipe, al verla llegar, sin verrugas, sin pelos y sin mal olor, se enamoró al instante de ella, pues era su alma gemela. Pasaron bailando mucho tiempo, pero la princesa tenía que volver a las cocinas, y a las 12 se fue.

El cocinero, que estaba my liado fregando y limpiando, le pidió que preparara un caldo de sopa para el Príncipe y que se  lo llevara a su habitación. Toda clase de pieles, tras ponerse su abrigo y mancharse la cara, así lo hizo y, cuando fue a recoger el cuenco, se encontró un precioso reloj que el Príncipe le había dejado.

Tras una semana, los Reyes del País de lo Contrario decidieron organizar otro baile para que su hijo pudiera bailar otra vez con aquella princesa que tanto le había gustado.

La Princesa se engalanó esta vez con el vestido tan plateado como la luna. Bailaron juntos hasta que Toda clase de pieles tuvo que ir a las cocinas, donde, otra vez atareado, el cocinero volvió a encargarle que le llevara la sopa al Príncipe.

Esta vez, cuando Toda clase de pieles retiraba el cuenco, se encontró con un collar de oro.

Pasó otra semana y los padres del Príncipe quisieron conocer a esa Princesa tan misteriosa, así que organizaron un tercer baile. Toda clase de pieles se puso su vestido tan brillante como las estrellas y bailó con el Príncipe y con el Rey.

Por tercera vez tras el baile, la Princesa vestida con su abrigo le llevó al Príncipe su cuenco de sopa y, al recogerlo, descubrió un anillo precioso y se quedó muy asustada. Del susto, dio un salto y se le cayó la capucha del abrigo y, como no le había dado tiempo a mancharse, el Príncipe la reconoció como su Princesa:

-        ¡Lo sabía! ¡Eres tú! Desde que entraste a trabajar al palacio supe que eras igual de rara que yo. Si fueras una princesa podrías casarte conmigo, `pero como trabajas en las cocinas…
-        ¡No, Príncipe! Soy la princesa del Reino del Revés.
-        Entonces, acepta mi anillo y seremos los reyes más feos del planeta.

Y así es como fueron felices: juntos y sin mocos ni cicatrices.

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